domingo, 28 de septiembre de 2008

Los 80: yo los vi casi de afuera

Alguna vez Mario Pergolini dijo que quien sobrevivió a los ´80, fue porque nunca los vivió. Y probablemente sea una definición poco académica, pero muy cercana a la realidad. Porque de hecho los ´80 (post-Malvinas y post-dictadura militar) fueron un real estallido de deseos reprimidos durante tantos años, que desataron una especie de euforia, bautizada como "primavera democrática", la cual se expresó en música, artes y cultura popular.

Recuerdo muchas cosas de aquellos años, pero sobretodo recuerdo lo mucho que me perdí. Yo era muy chico (tenía 13 años cuando empezó todo) como para salir de noche y explorar todo aquéllo que -leía en los diarios- estaba pasando en aquel momento.

El Suplemento "Sí" del diario Clarín (con un estilo más rebelde y de mejor factura literaria que hoy día) me hacía llegar las noticias de lo que estaba pasando en la noche porteña. Las inolvidables columnas (luego hechas libro) de Laura Ramos "Buenos Aires me mata", los programas de la FM de Del Plata (la única radio por entonces enteramente dedicada al rock), eran para mí postales periodísticas que me hacían saber de la existencia de boliches (inimaginables hoy día luego del efecto post-Cromagnon) en cuyos ámbitos siempre "pasaba algo", se generaban novedades permanentemente.

Para que se den una idea lo que era la noche de Buenos Aires, en aquellos tiempos estaba Cemento, regenteado por Omar Chabán y Katja Alemann, donde podían verse performances cuasi cirqueras mientras Alemann se paseaba desnuda por el lugar, etérea, pálida y misteriosa, ella misma transformada en una obra de arte. Un poco más allá, en el barrio del Abasto, se engendraba la leyenda de "Nave Jungla" lugar bizarro si los había, donde los show de enanos strippers convivían con las imágenes religiosas que colgaban de las paredes. El Parakultural, lugar under por excelencia donde a Batato Barea y las Gambas al Ajillo dieron rienda suelta a su imaginación (y procacidad) sin límites.

Pero todos estos lugares tenían su correlato en la gran cantidad de bandas y solistas que surgieron en aquellos tiempos: Soda Stereo, Sumo, Los Violadores, Los Cadillacs, Los Twist, el mejor Charly García, un incipiente Fito Páez, Baglietto, Virus, Los Abuelos de la Nada, Riff. De afuera, escuchábamos a Duran Duran, The Cure, The Smiths (las tendencias new-romantic y gótica predominaban en el pop de aquél entonces). Los 80 fueron una década realmente fértil en creatividad y muy propicia para el surgimiento de talentos locales, cuya difusión se facilitaba por el gran espacio que las radios de rock (la mencionada Del Plata, y la novel Rock & Pop) le dedicaban a los músicos y su obra en aquél entonces. Me llama aún la atención que artistas que no hacían rock (como Sandra Mihanovich, Víctor Heredia, Mercedes Sosa, y aún Horacio Fontova) fueran difundidos en las radios identificadas con este estilo musical.

Yo, que no tenía edad suficiente (ni aún el permiso paterno) para salir de noche y darme gustos como ver a Sumo o Los Violadores en vivo, me di cuenta que la locura de los 80 había terminado, cuando en menos de un año murieron Luca Prodan, Miguel Abuelo y Federico Moura, los dos últimos de una enfermedad que no se mencionó en los medios, pero todos sabíamos cuál era. Empezábamos a tener conciencia de que el SIDA era cosa seria, y que los años por venir iban a ser muy diferentes. Pero eso ya forma parte de otra historia, la cual ya tenía edad para vivirla y experimentarla, antes que me la contaran. Efectivamente, la apatía que predominará en los años 90 (que a mi entender se ha profundizado en los 2000) merece un capítulo aparte.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Otra mirada sobre la teoría de los "dos demonios"

Primer post. Y he querido arrancar con un tema que en los últimos meses (por no decir desde el comienzo de su gestión) el Gobierno nacional ha sabido poner en boca de todos, con sus alusiones permanentes a un pasado que aún duele y lastima. Y que merece a mi entender ciertas reflexiones.

He escuchado muchas veces (incluso en boca de mi propia madre) que este gobierno "ha hecho mucho a favor de los derechos humanos", tema que el mismo oficialismo (primero Kirchner, luego Cristina) ha enarbolado como bandera permanentemente, a partir de la derogación de leyes como la Obediencia Debida y el juzgamiento a represores como Echetcolaz y -más recientemente- Domingo Bussi, y el uso sistemático de alusiones al pasado en cuanto acto se han hecho presentes. Pues bien, evidentemente tanta alusión de tribuna ha sembrado sus frutos como para que mucha gente crea que esto efectivamente es cierto.

A mí, particularmente, me duele ver a Estela de Carlotto sentada en el mismo palco que un tipo de la calaña de Luis D´Elía. Me molesta ver a -otrora- referentes como la misma Carlotto o la impresentable Hebe de Bonafini integrando comitivas presidenciales en viajes al exterior. Particularmente mi opinión es que tanto Madres como Abuelas deberían mantenerse al margen de cualquier alineamiento partidario, en tanto los derechos humanos no tienen bandera ni color político. No puedo sentir por la Sra. Carlotto (cuya lucha y valentía son elementos fuera de toda discusión) la misma admiración que sentía no mucho tiempo atrás, al verla tan encolumnada junto a un Gobierno que sólo ha sabido mirar los hechos del pasado desde un único punto de vista. Siempre he tenido la sensación personal de que los juzgamientos que en los últimos años se ha impulsado obedecen más a espíritus revanchistas que a un verdadero deseo de justicia. Seguramente porque no he visto el mismo vigor para condenar desde los púlpitos al terrorismo de Estado que realizó la guerrilla argentina en los años previos a la nefasta dictadura militar.

Y he aquí el análisis que me ocupa. Creo que un buen ejercicio de memoria debería ser bucear en las causas que originaron la dictadura militar. La guerrilla argentina (ERP, Montoneros, MTP, entre otros) también constituyeron un auténtico terrorismo de Estado. Se alzaron en armas. Pusieron bombas. Mataron a muchos inocentes. Secuestraron y asesinaron cobardemente y a sangre fría al Gral. Aramburu (por nombrar uno de los hechos más conmocionantes en su tiempo). Ignorar estos sucesos, sería una falacia tan grande como la de mirar toda esta época tan violenta con un solo cristal, como suele hacer el matrimonio Kirchner.

Ahora bien, ¿expresar estas ideas constituye una apología de la salvaje y cruenta dictadura militar? Nada más lejos de mis intenciones y forma de pensar. Pero sí creo necesario establecer que la lucha antisubversiva era una necesidad. Pero con juzgamientos. Con cárcel. Con procesos que se atuvieran a la Ley. Nada de eso se hizo, de hecho; los militares fueron más allá de todo límite y exploraron lo más bajo de la crueldad humana: secuestraron, torturaron, asesinaron, robaron bebés, sustrajeron identidades. Nada de todo ello justifica un accionar para detener la subversión. Sus procedimientos fueron un cáncer para combatir una bacteria. Y por ello bien juzgados -y condenados- están.

Indudablemente nos falta aún un sincero y abierto debate sobre esta época, que tenga sobre todo "madurez". Porque mientras de un lado se discuta el número de los desaparecidos por la dictadura o se minimicen las atrocidades cometidas por los militares, y del otro se insista en reinvindicar una lucha subversiva que cometió todos sus actos (desde su nacimiento mismo) fuera de la ley, seguiremos insistiendo en ver sólo la mitad de las cosas. Y seguiremos cayendo una y otra vez en rencores del pasado que nada hacen para nuestro futuro. Ninguna historia objetiva puede escribirse desde un sólo lado, porque sino, es una historia contada a medias.

Creo que los tiempos por venir, nos hará reflexionar más fríamente, y hacernos (espero) dar cuenta que realmente hubo dos demonios. Sólo que uno de ellos fue un demonio pequeño, y el otro demonio cobró dimensiones que lo emparentaban al mismísimo Satanás.