lunes, 2 de agosto de 2010

Mismos modos, fracasos reiterados

Referirse a la excursión argentina al reciente mundial disputado en Sudáfrica con la palabra "fracaso", tan sólo considerando el desastroso resultado sufrido en el último encuentro ante Alemania, sería hacer un análisis muy limitado de algo que excede largamente los 90 minutos que dura un partido. En todo caso, ese resultado (tan doloroso en su cifra final), fue sino el final de un proceso lleno de falencias que terminó haciendo eclosión de la manera más estrepitosa.

Lo que fracasó en sí, es la ya sumamante desgastada gestión de una dirigencia que no aprende de sus propios errores, con Julio Grondona a la cabeza. Es el fracaso de un modo de hacer las cosas basado en la total improvisación, sin proyectos a largo plazo y total carencia de seriedad o sentido común; adoleciendo de pautas claras de trabajo, con un entrenador que arrancó mal desde el vamos de momento que fue designado en una reunión familiar, sin que su contratación jamás terminara de convencer a Grondona. La creación del cargo de Director de Selecciones Nacionales a cargo de Carlos Bilardo -cuya función jamás quedó del todo clara, aunque la razón más comúnmente esgrimida es que el propio Grondona era el interesado en tener a Bilardo a mano previendo cualquier desplante de un Maradona siempre imprevisible- no hizo sino echar más sombras sobre toda esta cuestión. Y era inevitable pensar que la convivencia entre dos personajes tan particulares no fuera la más armónica, lo cual finalmente quedó demostrado vistas las declaraciones posteriores de ambas partes.
Si todos estos elementos ya de por sí eran conspirativos para cualquier intento de convivencia sana, el aspecto netamente futbolístico nos sepultó la soberbia idea de creer que sólo con buenos delanteros alcanza para ganar un Mundial, ignorando la señal que nos había dado México en el partido previo, equipo que -habiendo jugado mejor que la Argentina en el balance global- careció de la categoría individual (que lamentablemente sí tuvo Alemania) para definir un partido en sus momentos favorables.

Todo esto me lleva a pensar que la eliminación de Sudáfrica (y los tristes coletazos que protagonizan por estos días Maradona, Grondona, Bilardo y Ruggeri), no es sino la consecuencia de un fútbol argentino en un estado de situación que presenta: clubes quebrados pero comprando jugadores por millones, barras premiados con viajes a Sudáfrica, juveniles transferidos cada vez a edades más tempranas, operadores privados que se hacen de un formidable negocio televisivo (el cual luego pasa a manos del Estado nacional, costeado con sumas astronómicas que podrían sin duda tener mejor destino), la Selección Nacional no es sólo sino la punta del iceberg ante tanto manejo desmesurado y canalla de parte de una dirigencia envejecida y presa de sus propios vicios.
El fútbol argentino necesita sin dudas una refundación: una reestructuración total y urgente con dirigentes que estén dispuestos a cambiar la historia y a poner lo mejor de sí (ante todo seriedad y honestidad) para revertir la situación de desastre que hoy prevalece. Porque de no ser así, estaremos condenados eternamente a vivir con la foto del '86.

© Fernando Martello, 2010

domingo, 1 de agosto de 2010

Señalética: gráfica del entorno (análisis)

Una percepción a priori de alguien que no esté tan familiarizado con el tema, podría inferir que la señalización (comprendida dentro de los parámetros de un diseño de imagen corporativa, y conocida como "señalética" en el lenguaje gráfico) es un trabajo monótono y reiterativo para un diseñador, lo cual está lejos de la realidad. La señalética no es solamente la distribución y colocación de señales universales (carteles de baños, salida, etc), sino que en realidad es un proceso complejo de resolución de problemas, en primer lugar, el de la distribución del flujo de tránsito de personas -aunque en algunos casos, también vehicular-) en un determinado espacio.

Señalética diseñada para el Tren de la Costa: en este caso, los diferentes carteles (de líneas clásicas, acorde a que dicho ramal es del siglo XIX), cumplen su función de informar, y su ubicación a ras del suelo, atiende a que el recorrido es un paseo y no requiere tanta inmediatez perceptiva como sería necesario -por ejemplo- en un banco u oficina pública.
El trabajo lo realizó el estudio Shakespear en 1995, y es parte de un diseño corporativo integral en el cual los colores de las señales, eran los mismos de los vagones del tren.

Efectivamente, cualquier proyecto señalético debe comprender algunos aspectos que es necesario puntualizar, de acuerdo a las pautas indispensables que debe cumplir cualquier diseño.

Uno de los más importantes es la adecuación de las señales al entorno. Para ello, es indispensable realizar un relevamiento del lugar físico donde irán colocadas, puesto que los carteles tienen que integrarse al lugar físico donde irán colocados, para no provocar un contraste visual que resulte chocante para el espectador. He aquí donde el buen ojo y conocimiento del diseñador deben intervenir para lograr un conjunto homogéneo entre el producto y su entorno.

Por ejemplo, en una oficina de líneas modernas, un cartel de acrílico transparente o aluminio, no resultaría mala opción para que el conjunto visual resulte en un todo coherente y uniforme. Pero ese mismo cartel de aluminio brillante sería desfavorablemente llamativo si se ubicara en (por ejemplo) el Parque Nacional Iguazú, donde quizás la elección de madera como material resultaría más apropiada para confeccionar señales que irán ubicadas en senderos poblados de árboles y otros elementos de la naturaleza.

Otro aspecto importante sobre el entorno, refiere a relevar caudal de tránsito con que cuenta el lugar a señalizar; esto será importante para determinar no sólo qué se comunicará, sino por ejemplo, dónde debería ubicarse una señal para su óptima percepción. Por ejemplo, en una oficina poblada de gente (por ej, cualquier delegación de atención al público de Anses), resultaría más adecuado ubicar una señal suspendida del techo, a una determinada altura para que sea visible por las 100/200 personas que pueda haber amontonadas en el salón. Caso contrario, la misma pasaría inadvertida para la gran cantidad de gente. Asimismo, si el mismo es un lugar oscuro, sería también conveniente iluminar la misma para permitir aún más su inmediata percepción.

Como se ha visto, el proceso de desarrollo de una señalética requiere -quizás como en ninguna otra rama del diseño- un exhaustivo trabajo de relevamiento y análisis del cual derivará el posterior diagnóstico y las soluciones a implementar. Este primer paso será fundamental para garantizar el éxito de un sistema de señales; si las mismas pasan inadvertidas para el público pero a su vez ordenan el flujo de personas en el espacio delimitado, la misma habrá cumplido su función comunicacional.

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© Fernando Martello, 2010